«Jesús permanecía en silencio y no respondía nada».
………………………Marcos 14, 61………………………….
El silencio es el vientre donde se gestan las palabras
con vida y con sentido.
Al sabio le cuesta hablar de su sabiduría, y al necio le
cuesta callar sus necedades.
Tu primera palabra de niño fue celebrada con alegría.
Tu primer silencio de adolescente causó miedo y extrañeza.
Hay silencios tan vacíos que se hace necesario llenarlos con
el ruido de las palabras. Y hay silencios tan llenos de sentido,
que ninguna palabra puede expresarlo.
Si nunca te callas, sospecho que entretienes al otro en el umbral,
para no dejarlo entrar en tu intimidad.
Algunos callan porque no encuentran palabras para expresar lo
que piensan y sienten. Otros dicen muchas palabras para ocultar
lo que de veras piensan y sienten.
Una conversación sin silencio es un derroche de monólogos sin
destinatarios.
El silencio del que odia es una amenaza que da miedo; el silencio
del que ama es una presencia que acompaña.
Si nunca puedes callar, pregúntate qué quieres ocultar.
Tu silencio es el único surco donde otro puede sembrar sus palabras.
Una palabra oportuna redime el silencio demasiado prolongado;
pero una palabra inoportuna puede causar el dolor de largos silencios.
Cristo respondió con su silencio a las preguntas de sus jueces injustos.
Y no permitió que hicieran callar a sus discípulos, que gritaban por
las calles.
Muchos no hablan, porque les quitan el derecho y la capacidad de hacerlo.
Los que los pueblos enmudecidos por la fuerza no pueden decir con su
palabra, lo dirán un día con su frito.
Necesitaste mucho tiempo para aprender a hablar, para ser escuchado;
es posible que no te alcance la vida para aprender a callar y escuchar.