Los sentimientos de los padres -positivos o
negativos-, generalmente se incrustan en los
hijos desde muy niños.
Cuando todavía la mente de los pequeños no
es capaz de pensar por sí misma.
Todos tenemos miedo, y tenemos miedo a cosas
distintas y concretas.
No es anormal sentir este miedo o estos miedos.
Lo que conviene es saber en concreto a qué cosas
tenemos miedo.
No guardes ningún rencor.
Ni por el mal que han querido hacerte.
Ni por el mal que te han hecho.
No te atormentes con posibles desgracias que te
presenta tu imaginación.
Muchos temores nacen sin razón y sin verdadero
fundamento.
Y jamás llegan a cumplirse.
Es muy probable que desde niños, nos hayan hecho
valientes o temerosos.
Los mayores son los que nos han asociado en la mente
estas dos realidades: situación peligrosa y la idea de
sentir miedo.
Un niño estaba jugando tranquilamente en su habitación,
cuando se oyó un estruendo de relámpago.
La madre, desde una sala contigua, le preguntó:
-«Hijo, ¿estás bien?; ¿ estás espantado?»
Quizás desde entonces el niño empezó a sentir miedo de los
relámpagos.
Los sentimientos de aislamiento, incapacidad, debilidad,
depresión, incomprensión, disgustos, infravalorar, son los
«demonios humanos» más peligrosos de nuestra época.
Y, sin duda, tratarán, alguna vez, de visitarte.
El niño va a llorar al regazo de su madre, no a cualquier
persona. Un adulto irá a llorar a tus brazos, si tienes cora-
zón de madre.
Para dominar tus sentimientos, te conviene prestar atención
primero a los síntomas físicos que experimentas:
Tensión nerviosa, aceleración de pulsaciones, alteración de
pulsaciones, alteración, trastornos digestivos.
Después busca su causa.