Las leyes de Dios son las únicas que nos
conducen a la paz y a la felicidad, y son
también las más ignoradas.
Son sencillas y fáciles de cumplir. Al
contrario de las leyes creadas por loa
hombres, complejas y confusas que lle-
nan gruesos volúmenes, no llevado ni
a la felicidad, ni a la paz; las leyes divinas
pueden representarse en una hoja de papel,
tienen un sentido más amplio y profundo y
son accesibles a la inteligencia más primitiva.
En su famoso sermón pronunciado en un
monte de Galilea, hace dos mil años.
Jesús estableció el más bello y sublime có-
digo de vida, que perdura hasta hoy sin que
una sola palabra haya perdido su validez.
A través de los siglos el Sermón de la Mon-
taña sigue siendo loa Carta Magna de la con-
ducta humana. Fue dirigido a un auditorio,
no de doctores de la ley ni eruditos, sino de
gente sencilla: campesinos, artesanos y pes-
cadores. Y todos lo comprendieron.
continuara:
DE: José Soares de Almeida