. Te parecerá absurdo, pero es un hecho que
muchos se «resisten» a ser felices.
Aunque dicen desear la felicidad y creen bus-
carla, se resisten a mirar el lado hermoso y posi-
tivo de su vida.
. Muchos emplean su tiempo en estos juegos
competitivos:
Quién es mejor, quién gana a quién, quién vale
más, quién puede más.
Y además de perder el tiempo, pierden la opor-
tunidad de ser feliz.
. Aunque no lo creas, muchas veces, está en nues-
tras manos elegir entre salud o enfermedad, entre
riqueza o pobreza, entre libertad o esclavitud.
T también, elegir entre ser feliz o ser infeliz.
. Piensa qué cosa -no qué cosas- necesitas para
empezar a ser feliz.
Y mira si la encuentras «cerca» de ti, sin salir de casa.
. Si decides que vas a ser «feliz», lo conseguirás muy
pronto.
Si decides que vas a ser feliz, lo podrás conseguir
también…., pero con algo más de tiempo… y de
esfuerzo.
. Las personas no son tan felices como parecen,
ni tan infelices como dicen.
Evita creer a los exagerados.
. Pocos ven que el negocio de la felicidad consiste
en «hacer» algo, más que en «esperar» algo.
Y esta falta de acción es lo que les deja siempre
donde están, sin avanzar ni un paso.
. Algunos «creen» que ser feliz o no ser feliz, es
algo que deciden loa astros o algún demiurgo
que está por encima de ellos.
Prefieren aceptar esta excusa, que tomarse la
molestia de intentarlo.
. Posiblemente hay quien sabe ser feliz.
Pero para los que no saben -y son cada día mas-,
convendría aprender este arte, sin el cual la vida
quizás no merece la pena vivirse, ni para sí ni para
los demás.
. Ponemos la felicidad en «tener» algo que creemos
nos es necesario.
Y después de tenerlo, vemos que no estaba en esto
la felicidad.
¿Será porque la felicidad no está en «tener», sino en
«ser»?
. Si vives, tienes derecho a ser feliz.
Pero es un derecho, que lleva consigo también sus
obligaciones.
Y estas obligaciones incluyen también momentos
desagradables.
. Todos necesitan gozar algunas horas de felicidad.
No sólo los que la merecen más, o han trabajado
mucho por tenerla.
¡Ojalá, por tu medio, pudieran gozarla también
los que no han sabido nunca ser felices!
. Se habla mucho de la infelicidad del hombre
moderno.
Yo la pondría en que se ha descentrado de su
vida anterior.
Hoy se vive desde el exterior y para el exterior,
en una carrera desenfrenada que nos impide la
felicidad interior.
. La falta de contacto cordial con Dios, esto que
antes se llamaba oración, va haciendo desapa-
reser la presencia de Dios en el mundo y en
nuestras vidas.
Y para este vacío no hemos encontrado todavía
ningún substitutivo de felicidad humana.