«Cuando Jesús acabó de hablar, la multitud estaba
admirada se su doctrina, porque él les enseñaba
como quien tiene autoridad y no como sus escribas».
Los títulos y los cargos pueden reconocer la autori-
dad que tienes, pero no te dan la que no tienes.
Si quieres saber cuánta autoridad tienes, no te
preguntes a cuántos sometiste, sino a cuántos ayu-
daste a crecer.
El miedo que los otros te tienen no te mide tu autori-
dad, sino tu poder autoritario.
Mientras creas que la fuerza de tu autoridad está en
tu poder y no en tu amor, te desautorizas a ti mismo
como persona.
El león no tiene autoridad en la selva, aunque tenga
más fuerza para imponerse.
El servilismo de tus súbditos muestra su cobardía
y tu autoritarismo; su libertad evidencia su valentía
y tu autoridad.
Cuando necesitas apelar a la fuerza y al poder para
ser autoritario, es porque como persona ya no tienes
más autoridad.
Si pretendes apoyar en Dios una autoridad que
aplasta al hombre, no creo en tu Dios.
Si tienes alguna autoridad la ejercerás sin proponér-
telo; si no la tienes no lo alcanzarás obteniendo
títulos o cargos, sino cambiando tu vida.